El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha sugerido que Cataluña seguirá por la vía independentista unilateral, poniendo como ejemplo el de Kosovo. Tales aseveraciones fueron formuladas en una institución tan respetable como es el parlamento catalán, cuyas paredes venerables no se merecerían oír tanta estulticia.
El modelo de Puigdemont es ni más ni menos que un estado fallido, olvidado en el interior de los Balcanes, sin salida al mar, preso del nacionalismo étnico de la gran Albania. Un país estrangulado económicamente e inviable, que condena a los suyos a padecer unas elevadas tasas de paro. Sus jóvenes huyen del país en busca de un futuro mejor, exportando también mafias delictivas, tristemente conocidas por toda Europa.
Ese es el espejismo.
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