jueves, 12 de mayo de 2016

La distopía de Anna Gabriel

Las declaraciones de Anna Gabriel, la dirigente de las CUP, a favor de una educación infantil basada en la colectividad en vez de en la familia, no suponen una estricta novedad en el pensamiento de izquierdas. Ya Friedrich Engels, el co-creador del marxismo, reconoció la importancia del debate, teorizando al respecto. Otros, como los socialistas sionistas que desembarcaron en la Tierra prometida, lo llevaron a la práctica, creando los kibutz, las granjas colectivas donde se repartían todos los bienes y los niños eran separados de sus padres y educados conjuntamente.

El ataque a la familia, considerada como responsable de la perpetuación del mundo burgués, fue también una constante en el pensamiento socialista premarxista. Los falansterios de Charles Fourier son otra muestra. En todos estos planteamientos se adivina una aspiración utópica, que ancla sus raíces en el modelo educativo espartano, el radical sistema que separaba a los hijos de sus padres, encargando su educación a la sociedad. Una dura y despiadada instrucción en la que la personalidad del individuo era despreciada en aras de la colectividad.

Nadie puso mayor interés en resucitar lo espartano que Louis de Saint-Just, el dirigente de la Revolución Francesa. Propugnó una educación durísima, separados de los padres, a cargo del Estado en la que los niños pasarían hasta hambre y frío. Así, se instruiría a los futuros ciudadanos de la República, para mayor gloria de ella, de la sociedad. La utopía se haría, por fin, realidad.

"¡El bien general es siempre terrible", proclamó el conocido como ángel del terror, antes de que su cuello fuera seccionado por la guillotina. La distopía, de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario