Dos imágenes contrapuestas nos llegan desde Siria, produciéndonos un contraste de pareceres. Por un lado, la imagen resplandeciente del anfiteatro de Palmira, la ciudad bimilenaria que ha sobrevivido a tantísimos bárbaros a lo largo de su historia, los últimos los más fanáticos, lleno de público escuchando un concierto de música clásica, en un acto organizado por Rusia y que contó con la presencia de Putin, mediante una vídeo-conferencia. El sátrapa ruso mostraba así al mundo su poder e influencia sobre Oriente Próximo, respaldando a su fiel aliado Bachar el Asad.
Y por otro, la matanza en el campo de refugiados de Al Camuna, donde malviven los desplazados de la oposición siria. Un bombardeo aéreo ha exterminado a más de cincuenta personas, cuyo único crimen había sido pretender liberarse del dictador sirio, perdiendo sus casas y convirtiéndose en unos más de los centenares de miles de desplazados que cinco años de guerra arrojan sobre el mundo.
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