miércoles, 26 de octubre de 2016

Estado fallido

Más de trescientos kosovares se han sumado a la Yihad, tras ser reclutados por el Daesh para la guerra en Siria y en Iraq. Algo menos de la mitad han retornado ya a Europa, con los consiguientes problemas de readaptación y el peligro consustancial que suponen. Son cifras relevantes si atendemos al pequeño número de población existente en este país: un millón ochocientas mil personas.

Kosovo como Estado es una reciente creación, basada en criterios étnicos tras las devastadoras guerras que disgregaron Yugoslavia. Sus pobladores son en su inmensa mayoría ilirios, como la vecina Albania, frente a los eslavos de Serbia, país del que se desgajaron tras un referéndum ad hoc. En aquel plebiscito, lógicamente venció la opción secesionista entre la población albanesa, siendo no secundada entre la minoría serbia. Kosovo es un pequeño país sin salida al mar y enormemente atrasado desde el punto de vista industrial. A ello se une una influencia social enorme del peso de la religión. Musulmana en concreto. 

Con esos mimbres, Estados Unidos se empeñó en que Kosovo fuera independiente. Alemania y Francia se plegaron a los designios de Washington. Un nuevo estado fallido, en el corazón de Europa, cuyas deficiencias pagamos todos.

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