La superioridad moral del Estado de Derecho

La intervención de una juez neoyorquina paralizando la orden del presidente norteamericano es un triunfo del Estado de Derecho. Al menos, hasta el 21 de febrero, todos aquellos naturales de los siete países musulmanes que han sido vetados por Donald Trump podrán entrar en Estados Unidos siempre que gocen de un visado en regla, evidenciando la arbitrariedad de su máximo mandatario y el hecho de que la concesión de tal documento otorga a quien lo disfruta desde el momento de su expedición de unos derechos, que una posterior decisión, aunque sea del mismísimo presidente de Estados Unidos, no puede modificar sin ajustarse a Derecho.

La decisión judicial es consecuencia de la demanda presentada por una asociación por los derechos civiles. Una vez más la sociedad civil sale en defensa de los derechos humanos, frente a los poderes constituidos, aunque sean de una manera democrática. Porque uno de los errores propiciado por los populismos es considerar que la necesaria dialéctica entre Derecho y Democracia debe ser resuelta escorando los Estados hacia la segunda.

De hecho, los grandes tiranos de la Contemporaneidad han justificado en su magnifica relación con el pueblo los más perversos ataques a la dignidad humana. Los votos son así convertidos por los demagogos que llegan al poder mediante las urnas en un medio legitimador de cualquier aberración.

Y, al menos históricamente, el instrumento más utilizado para ello en los dos últimos siglos es el referéndum, idolatrado como una de las mejores expresiones de la democracia directa. Una vez que el pueblo ha asentido, la distopía vuelve a enseñorearse de aquellos desgraciados seres humanos que no fueron capaces de preservar el Estado de Derecho frente a los que con sus soluciones simples y burdas prometieron solucionar de una patada todos los problemas existentes.

Sin duda que la magistrada de Brooklyn y los escasos miles de afiliados, que con sus cuotas sufragan las iniciativas de la American Civil Liberties Union, han hecho mucho más por la Humanidad que los cerca de 63 millones de votantes estadounidenses que secundaron a Trump.