lunes, 24 de febrero de 2020

Al menos, inoportuna

La crisis provocada por la defenestración de Alfonso Alonso al frente del PP vasco, ejecutada sin contemplaciones por Pablo Casado, es cuando menos inoportuna, en la medida en que el País Vasco vive ya una campaña electoral de unos comicios que el lendakari Íñigo Urkullu convocó anticipadamente en aras de mejorar los resultados para el PNV, sin calibrar que se había abierto una grave riesgo para los jelkides tras el derrumbamiento del vertedero de Zaldibar.

Precisamente, era ahora, cuando los electores vascos, menos ideologizados y nacionalizados, que también los hay, iban a poder comparar a dos formaciones de derechas. A un PNV, que tras la deriva de Ibarretxe, había hecho gala de la buena gestión, enfrentándose a la  mayor crisis de su discurso del buen hacer. Y a un PP, que centrado podía hacer frente a la continua erosión de sus posiciones, especialmente en Álava, precisamente la provincia de Alonso, donde hemos asistido en los últimos años, para satisfacción del PNV, a la laminación de la derecha no nacionalista vasca, en un fenómeno que apenas ha sido estudiado y menos objeto de atención política en toda España.


Por ello, no creo que sea oportuna en estos momentos la sustitución  por otra dirección popular que en las pocas horas que han pasado ya ha recobrado el duro discurso españolista e incluso hecho claros guiños a Vox. Un error, sin duda, que nos lleva en otro escenario, además del catalán, a la preocupante lógica del enfrentamiento nacionalista en la deriva cada vez más peligrosa por la que transita España.

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