miércoles, 22 de julio de 2020

Freno de emergencia

Una de los puntos acordados en la histórica -sin exageración- cumbre desarrollada por la Unión Europea estos días en Bruselas es la implementación de un denominado freno de emergencia a la hora de transferir los fondos acordados para la recuperación económica, según la cual un Estado puede activarlo si entiende que el país beneficiado no cumple con las directrices europeas para salir de la crisis que vivimos. 


Tal instrumento tiene más de propaganda que de utilidad y está destinado al consumo interno de los países que en esta cumbre han sido tildados de frugales, especialmente de Holanda el Estado que se ha erigido en estos días en el campeón de la ortodoxia económica. Eso es así, porque tal freno de emergencia solo es posible utilizarlo transitoriamente -tres meses- y no de una manera definitiva, siempre que no cuente con el apoyo mayoritario de Estados que representen el 55% de la unión y que dispongan del 65% de la población europea.


Se impide así que uno solo de esos Estados, Austria, o acompañado del resto de los frugales -Suecia, Austria y Dinamarca- pueda vetar indefinidamente una transferencia de fondos a España o Italia. Necesitará el respaldo de una mayoría cualificada.


Y eso es así, porque la concepción de la Unión Europea es federal, no confederal. Es decir, la UE es una asociación de naciones que aspiran a una unión federal futura, alejada de instrumentos como el veto, propio de concepciones confederales, donde las partes originarias se reservan su capacidad esencial distintiva. Tales términos, seguro, que son entendidos en un país como el nuestro, tan mediatizado por el debate territorial, donde los nacionalismos abogan por la confederación y el unionismo por la federación.


Estos días en Bruselas ha triunfado, pues, la federación europea, aunque tampoco ha estado de más el toque de atención que nos han dado los frugales y su anecdótico freno de emergencia. Porque a la hora de repartir dinero entre los europeos, es razonable que los países más ricos levanten la voz cuando los más pobres prometen a sus ciudadanos medidas que no han implementado en sus propios países por prudencia económica. Es sin duda, un tirón de orejas a quienes tienen la tentación de basar su política en el populismo, hecho que nos debería llamar a la reflexión.

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