viernes, 10 de julio de 2020

Revés para España, pero también para Europa

La elección del irlandés Paschal Donohoe sobre la española Nadia Calviño es un revés para el gobierno de Pedro Sánchez y por tanto para España, pero también es una mala noticia para Europa o, al menos, para los que entendemos que la solución para gran parte de nuestros problemas, pasa por más Europa.


Me explico. Hay dos razones que explican por qué la elección de Donohoe como presidente del Eurogrupo en detrimento de Calviño es una mala decisión, y una tercera que debería servirnos de autocrítica en España. La primera incide en que es una victoria de los estados pequeños frente a los grandes de la Unión Europea, hasta el punto que los ciudadanos del 20% del PIB europeo se hayan impuesto sobre los que constituimos el 80%. Es, pues, un triunfo de las particularidades, frente a lo general en el seno de Europa; algo muy típico de nuestros tiempos, donde prevalecen los intereses peculiares y singulares, en vez de los comunes. El temor de los pequeños países a los grandes constructores de Europa, lease Alemania y Francia, no puede ser una buena noticia para los que ansiamos una más decidida unión europea.


En segundo lugar, ha sido una derrota en una batalla en la que los postulados más liberales se verán reforzados frente a los socialdemócratas en un organismo clave, el que reúne a los ministros económicos que comparten el euro,  y que será esencial en la recuperación económica a la que nos abocamos tras la pandemia que hemos sufrido. Los europeos más débiles sufrirán en primera persona tal elección.


Y en tercer lugar, evidencia una desconfianza de diez de los 19 países que comparten la moneda única a un gobierno, el español, donde se sienta una formación política populista, que, queramos o no, no suscita la confianza de la mayoría de nuestros socios europeos. Es en este tercer punto en el que la autocrítica debería darse entre los ciudadanos españoles, lo cual no quiere decir que deba llevar a un cambio de voto en las próximas elecciones, pero sí a un debate racional de qué queremos ser.


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