Vladimir Putin ha logrado el respaldo popular para perpetuarse en el poder hasta previsiblemente 2036. Para ello, ha utilizado el medio habitual al que recurren los autócratas: el referéndum, instrumento que les permite disfrutar de una relación directa con el pueblo, sin controles intermedios, que son precisamente los propios de los Estados de Derecho y que confieren de auténtica legitimidad a la democracia.
Pese a que es habitual, no deja de ser paradójico que tal instrumento sea el preferido por todos aquellos que desdeñan la democracia representativa, ya sean dictadores o entusiastas del empoderamiento popular mediante la denominada democracia directa. Lo que debería motivar la reflexión.
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