viernes, 22 de marzo de 2013

El problema kurdo

El anuncio del alto el fuego de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán no es sino fruto del convencimiento asumido por sus dirigentes de que no vencerán al Ejército turco, uno de los más potentes de la OTAN.  Abdulá Ocalan, el lídel del PKK, una organización considerada terrorista por la Unión Europea, proclamó que había que cambiar la lucha armada por la lucha democràtica. Es decir, el PKK parece caerse del caballo y anuncia su conversión a la democracia, lo que en sí es una magnífica noticia. Tampoco estaría de más que la otra parte, Turquía, avanzara también en la democracia. Attaturk, el líder de  la Turquía moderna, nacida en 1923 de las ruinas del Imperio otomano, basó el nuevo Estado que creó en el laicismo y el nacionalismo, orillando la democracia. La prioridad nacionalista llevó a la represión de las pocas minorías que quedaron en el reducido territorio turco, entre ellas la kurda, tras la amputación sufrida por el desmantelamiento del Imperio otomano. Desde 1984 se calcula que el enfrentamiento turco-kurdo ha costado la vida a 40.000 personas. La Turquía actual, dirigida por los islamistas moderados, se replantea su laicismo y su nacionalismo. De hecho, el borrador de la nueva Constitución que apadrina el Gobierno actual reconoce expresamente la identidad cultural kurda, lo que se traduciría en el respeto de la lengua kurda y su uso en la educación y en los tribunales de Justicia.  El gesto turco parte también de una evidencia: el avance en el autogobierno de las poblaciones kurdas más allá de las fronteras turcas. En efecto, en el norte de Iraq, la Guerra del Golfo contra Sadam Husein consagró una administración autónoma kurda en el norte del país. Y más recientemente la devastadora Guerra Civil de Siria ha consolidado otra autonomía kurda, esta solo de facto, en el norte del país. Ambos precedentes han obligado a los islamistas turcos a abrir la mano. Ante esta concesión, la guerrilla kurda replegará a sus 5.000 combatientes hacia la fromtera iraquí.  El pueblo kurdo, algo más de 30 millones de personas, se encuentra repartido entre cinco Estados: Turquía, Siria, Iraq, Irán y Armenia. Los triunfadores de la Primera Guerra Mundial, ávidos de qudarse con las ruinas del Imperio otomano, aunque escondieran sus intereses alegando que defendían a las naciones sin Estado, prometieron a los kurdos un Estado soberano, compromiso que nunca cumplieron. Fue el Tratado de Sèvres, que hubiera consagrado la independencia del Kurdistán.

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