lunes, 18 de marzo de 2013

No nos pongamos nerviosos

El rescate a Chipre supone un recesión en la salida de la crisis del euro. De repente todos los fantasmas han vuelto a salir de sus baúles, donde se suponía que Mario Draghi y Cristina Lagarde, presidente y directora general del BCE y del FMI, respectivamente, los habían encerrado. Y ello es debido a que se ha traspasado una línea roja que hasta ahora no habíamos visto con países más importantes que Chipre: la de que los depósitos bancarios eran sagrados. Ahora, los tenedores de esos depósitos, sean fondos de inversión rusos o pequeños ahorradores chipriotas, verán como su dinero sufre una quita para recaudar 5.800 millones de euros que tapen parte del agujero. Esa ha sido la condición que Alemania y otros países del norte europeo han impuesto. Su moral protestante, enraizada en el vengativo Viejo Tesatamento, exige que alguien page los excesos cometidos por los vividores del sur. Una verdadera Unión Europea hubiera evitado ese castigo innecesario, pero no debemos ponernos nerviosos. Chipre representa dos décimas del PIB de la UE. Esa es la ventaja para el resto de países europeos y esa es la debilidad de Chipre, un pequeño y encantador país cuyo castigo ha sido proporcional a su insignificacia. De lo cual conviene sacar una lección: en el mundo globalizado que vivimos no interesa ser pequeño. Lo digo por aquellos que basan toda su felicidad sentimental en dividir lo ya existente.

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