La CUP anuló ayer una reunión con Junts pel Sí para mostrar así su rechazo a la detención de nueve anarquistas, practicadas por la policía autónoma catalana -los Mossos d´Esquadra- y ordenada por la Audiencia Nacional -de España, claro-. La candidatura anti-sistema catalana no entiende cómo es posible que un cuerpo policial, dependiente orgánicamente de la Generalitat, ejecute las decisiones de la justicia española. De ahí su protesta y cancelación de la cita con la coalición electoral que llevó en el puesto cuarto de su candidatura en Barcelona al presidente en funciones del gobierno catalán.
La CUP, además de mostrar una vez más su coherencia ideológica independentista, hace gala también de su pretensión de derribar la sociedad que tenemos, basada en la democracia representativa. No en balde, ayer proclamaron su apoyo y solidaridad con los arrestados, de los que aseguraron que sufren la represión política del Estado español.
Los detenidos de ayer están acusados -por un juez- de colocar dos artefactos explosivos, en la catedral de Madrid y en la basílica del Pilar en Zaragoza, entre otros presuntos delitos. Es decir, son personas que tienen en poco el valor de la vida humana o, al menos, consideran que aquellos seres humanos que van a esos lugares no merecen el mismo respeto que el resto de hombres y mujeres.
Eso es lo que apoya la CUP con toda coherencia. Los incoherentes son los que pretenden llegar a un acuerdo con ellos, muchos de ellos de misa semanal obligatoria.
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