Empieza a aparecer en el debate político tímidas reflexiones que ponene en duda la bondad intrínseca de los referendos. Así es escucha en la radio que hay plebiscitos impresentables como el que pretende hacer ahora el primer ministro húngaro sobre los refugiados. O desde periódicos se plantea que en ocasiones convocar a las bases, como hacen muchas formaciones, se trata de un mero truco político.
Si algo positivo ha traído el referendum británico es que ha evidenciado que la democracia no garantiza siempre la mejor opción y que puede haber decisiones muy negativas. Ahora, debería tratarse de una manera amplia en el debate social la instrumentalización de los plebiscitos. Algo que ya pasó en la década de los treinta del siglo pasado, preludio de la carnicería de la Segunda Guerra Mundial.
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