miércoles, 29 de noviembre de 2017

Diferencias

La irrupción hace tres años de nuevas formaciones políticas cambió el panorama parlamentario español. El primer damnificado de ello fue la formación tradicional de la izquierda de este país, el PSOE. El centenario partido vio reducida su presencia institucional y hasta temió un sorpasso a manos de Podemos, la formación que se decía heredera del 15-M.

Sin embargo, a tenor de las encuestas del último año, la comprometida situación para los socialistas parece revertida. En ello, ha influido, sin duda, el cambio de rumbo de su líder, Pedro Sánchez, quien ha dejado de chocarse insistentemente contra el muro y aceptado que el principal  enemigo del partido que dirige es la formación de Pablo Iglesias, quien a su vez basó toda su actuación en jiibarizar al PSOE.

Pero, el fracaso del líder de Podemos en esa estrategia, unida a la ambigüedad mostrada con la cuestión catalana, ha hecho desinflar las expectativas que tuvo el partido de Iglesias y, como buenos vasos comunicantes, recuperar el socialismo el resuello.

Dispar situación se intuye para el futuro en la derecha. Allí, otra de las nuevas formaciones, restó escaso poder al hegemónico PP. Ciudadanos no ha tenido, incluso, empacho de ofrecerse como muleta al gobierno de Rajoy, pero ha sabido rentar su imagen de partido serio y constructivo, dejando claro que el hecho de ser neófito no significa irresponsabilidad, justo lo contrario de Podemos.

Una vez asentado, el partido de Albert Rivera se dispone a disputar al PP el espacio del renacido nacionalismo español, una de las consecuencias, como reacción, ante el radicalizado nacionalismo catalán, lo que puede convertir a Ciudadanos en una alternativa al partido de Rajoy, que finalmente aspire a agrupar a la derecha española.

Es a partir de ahora, el PP, no ya tanto el PSOE, quien debe temer a las nuevas formaciones políticas.

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