viernes, 10 de noviembre de 2017

¡Y no pasa nada!


Si viviëramos en una sociedad avanzada, el tena a debatir hoy sería la visita del presidente de los Estados Unidos a China y en consecuencia nos dedicaríamos a analizar como Donald Trump y Xi Jinping reajustan la hegemonía mundial sobre este mundo globalizado, aspecto que nos puede gustar más o menos, pero del que no podemos sustraernos. En cambio, como seguimos anclados en el pasado, mirándonos el ombligo y presos del discurso identitario, el debate político sigue girando en torno  a la situación catalana.

Ayer, momentos antes de que un juez mandara a la cárcel a toda una presidenta del Parlament, esta no solo acató el artículo 155 de la Constitución, sino que prometió que si seguía en política lo haría respetando  el marco constitucional. Hoy, a las dos horas de salir en libertad condicional ya publicaba un twit en el que hablaba de la soberanía nacional catalana, extremo que obviamente es inconstitucional. 

En fin,  no sorprende. Tampoco, que la pompósamente denominada Asamblea Nacional de Cataluña y la imprecisamente llamada Òmnium Cultural dispongan de 250.000 euros para pagar las fianzas de Forcadell y de los otros custro miembros de la Mesa del Parlament en libertad con medidas cautelares. ¿Cuánto dinero público habrán recibido en los años pasados, dichas asociaciones, dedicadas en cuerpo y alma a lograr la secesión catalana? Es una pregunta que algún día, alguien debería contestar, en la medida en que tales fondos han salido de los contribuyentes españoles.

Dicho lo cual, cabe celebrar la decisión del magistrado del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, pot su ecuánime y prudente decisón, que contrasta con la que tomó hace una semana la juez Carmen Lamela. De entrada, el magistrado del más alto tribunal tuvo la precaución de dar a los investigados una semana más para preparar sus defensas, detalle que no tuvo Lamela y del que  en un futuro nos podríamos lamentar, ei como es previsible los abogados de los inculpados pleitean en los tribunales europeos por indefensión.

Después, logró con la mera intimidación del Estado de derecho, que los acusados parecieran niños traviesos que no sabían lo que habian hecho, muy en consonancia con la revolución naif que ha sido a lo largo de estos años el "proces". ¡Cómo si fuera una cosa meramente circunstancial proclamar una independencia! ¡Cómo si fuera razonable que los sentimientos de unos cambiaran la vida de otros! ¡Y no pasara nada!

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