viernes, 3 de noviembre de 2017

Helada la sonrisa

"Se acabó la paciencia. Se acabó la revolución de las sonrisas".

La frase, pronunciada por el diputado de Junts pel Sí, Antoni Castellà, es reveladora de la reacción del independentismo tras el encarcelamiento de los miembros del gobierno catalán que se encontraban en España. La calle se convertirá, una vez más, en el escenario de las protestas, combinada con convocatoria de huelgas con el objetivo de desbordar al Estado. Pero ahora, con un tono más agrio, lo que presagia funestas consecuencias.

Desde un principio, el proceso independentista vivido en Cataluña tuvo un planteamiento naif, como si la ruptura fuera una cosa amable, sin consecuencias trágicas. De ahí las reiteradas declaraciones de sus dirigentes, incluido Oriol Junqueras, de que ellos amaban a España, lo que no era incompatible, en su concepción, con reclamar la independencia.

Tal primaveral propuesta, que llevaba a gala las buenas formas, ha entrado definitivamente en crisis, una vez que hasta dos millares de grandes empresas han huido de Cataluña y han convertido a esa comunidad autónoma, una de las más ricas, en el lugar donde más crece el paro. Pero, los efectos negativos del independentismo no solo se circunscriben a Cataluña, sino que cruzan también el Ebro, amenazando con reducir el crecimiento económico de toda España. Una perspectiva negativa que primero se cebará en los más desfavorecidos de la sociedad y terminará por afectarnos a todos.

Sí, la revolución de las sonrisas muestra ya su cara más sombría. Ahora, la reacción soberanista nos puede dejar helada la sonrisa.

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