viernes, 30 de mayo de 2014

Renovación socialista

Los dos pasos dados por Alfredo Pérez Rubalcaba desde que hizo público que tiraba la toalla han sido muy dispares, pero a la vez complementarios. Me explico. Primero adelantó la elección orgánica del futuro secretario general del PSOE  a la del candidato a la Moncloa, desatando las críticas de relevantes militantes, como Chacón y Madina, quienes son muy conscientes de su escaso predicamento en el aparato del partido. Después, manifestó su simpatía, a la espera de un encaje legal, para abrir la elección del secretario general a todos los afiliados del PSOE, desbordando el colegio electoral clásico de un partido de izquierdas: las federaciones; es decir, el aparato. Con esta concesión contentaba a lls díscolos del partido, que consideran imprescindible abrir el partido a la sociedad y creen que una elección de las bases socialistas es el primer paso para ello.  Ambas medidas son evidentemente dispares, pero a la vez complementarias porque abren formalmente la decisión a mayor número de personas, aunque permiten un control del proceso por pocos, en concreto por el aparato. Y prueba de ello es que casi todos los secretarios generales de las Federaciones ya han pedido publicamente a Susana Díaz, la presidenta de la Junta de Andalucía que se presente como candidata a la secretaria general del PSOE. Con ello, la intención es laminar a los díscolos y presentar a alguien del aparato que luego sea refrendado por las bases.  El procedimiento no difiere mucho del tradicional: la elección la deciden unos pocos y los más se limitan a aclamar al propuesto.  Nada que objetar sobre una práctica habitual, que será reiteradamente presentada como plenamente democrática. O, mejor dicho, sí cabe una reserva, aquella nacida de un hecho incontestable: Susana Díaz no ha sometido su candidatura en una elección popular en su vida.

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