viernes, 6 de noviembre de 2015

Coto privado



El viejo sueño del nacionalismo catalán, antes de la deriva independentista de Artur Mas, fue alcanzar una relación confederal con el resto de España. Eso era la aspiración de los burgueses, los miembros de aquella oligarquía, que sobre todo querían preservar sus beneficios y el poder que adquirieron. 

La lengua catalana, como elemento diferenciador, facilitaría sin duda las cosas. Por tanto había que potenciarla y discriminar a la otra lengua que cada vez se hablaba más en Cataluña: el castellano. También la reclamación de una Justicia propia catalana, sin posibilidad de intervención del Tribunal Supremo español, se presentaba como un reconocimiento de la singularidad catalana. En suma, había que preservar Cataluña para los catalanes y alejar las manos españolas. ¿Quién podría negarse a unas petiiciones  tan sensatas?

Hace años descubrimos que los hijos de una generación de castellanohablantes fueron educados sin respetar su lengua materna. Estos meses atrás hemos entendido por qué Jordi Pujol siempre pretendió que no le alcanzara la Justicia española. Y a partir de ahora sabemos que para poder negociar en Cataluña había que pagar una cuantiosa mordida y colocar al frente de tu empresa a un representante de esa oligarquía. Si no era así, esa casta impedía que nadie compartiera sus beneficios. Un coto cerrado, practicado desde mucho tiempo atrás y que alcanzó su paroxismo con las grandes obras de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.

Todo eso era el Confederalismo. Ahora que lo hemos descubierto, dicha oligaquía ha decidido ser independentista. Es la manera de no perder su poder, de mantener su coto privado. Coherencia no les falta. Por eso da pena ver a tantos soñadores, ingenuos y sentimentales asir la estelada que los de siempre les ofrecen.

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