martes, 3 de noviembre de 2015

Gregarismo

El último gran jefe etarra, Mikel Karrera Sarobe, lanzó el grito de "gora ETA" nada más llegar al juicio que se sigue contra él y otros cinco terroristas en París por el asesinato del gendarme francés Jean-Serge Nerin. Con ese grito, "Ata" jaleó a los suyos, que recibieron alborozados la reivindicación de un pasado que pretenden perpetuar. Poco después, otra de las procesadas, Izaskun Lesaka aprovechó su turno de palabra para leer un comunicado de ETA en el que la organización sostiene que los estados francés y español ocupan Euskadi y que los procesados sólo reconocen la legitimidad del pueblo vasco. El público congregado en el juicio, la inmensa mayoría seguidores entusiastas de la banda, se sintió, si duda, reconfortado ante el uso propagandístico por parte de los suyos de la vista judicial.

Pero tal júbilo sentimental no fue completo en la sala, pese a que tal sintonía solidaria, nacida de la escasa reflexión racional, tenía mucho de gregarismo, algo que identifica a los humanos con los animales. No. Escuchándoles también estaba la viuda de Nerin, quien todavía debe andar preguntándose por qué le tocó a su marido haberse convertido en la última víctima mortal etarra y la primera de los cuerpos de seguridad franceses a manos de la banda. En base a qué derecho esas personas que tan cerca tiene en la sala del juicio y que son alentadas por la masa, decidieron sobre la vida del padre de sus hijos. Como si fueran dioses capaces de decidir que humanos pueden vivir, mientras que el rebaño les aplaude.

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