La victoria de Mauricio Macri en Argentina lleva camino de suponer un cambio trascendental en el país sudamericano y afectar a toda latinoamérica. Más allá de que, cuando asuma la presidencia en diciembre próximo, pondrá fin a doce años de kirchnerismo y del revés sufrido por el peronismo en las elecciones celebradas el pasado domingo, el triunfo de Macri constata lo perecedero que era el ciclo populista vivido en el país austral. Ello no quiere decir que el futuro esté libre de demagogos, pero al menos es reconfortante comprobar una vez más que es posible la victoria democrática frente al populismo.
Y no solo a nivel interno, sino que su ejemplo puede calar en otros países sudamericanos que viven asfixiados por la misma retórica demagógica, caso de Venezuela. De hecho, Macri ya ha advertido a Caracas que cambiará sus relaciones, haciendo hincapíé en la exigencia democrática ante un régimen cada vez más totalitario.
Argentina, con su enorme peso en el subcontinente latinoamericano, goza de un enorme predicamento en aquellas tierras. La decisión de Macri de abrir el país a la Alianza del Pacífico, organización que acoge las economías más dinámicas de América y Asia, será otro jalón del cambio que se avecina.
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