jueves, 11 de febrero de 2016

Esperando a los bárbaros



Decía Kavafis que no cabía ya seguir esperando a los bárbaros, porque ya estaban entre nosotros.

He recordado aquellos memorables versos del poeta mediterráneo tras la polémica del callejero de Madrid y la lista de personalidades franquistas elaborada por la cátedra de la Memoria Histórica de la Universidad Complutense.

Tal aula está formada por investigadores sociales, entre ellos historiadores, que han constatado lo obvio: que artistas de relevante talla como Salvador Dalí, Gerardo Diego, Augustín de Foxá, Concha Espina, Eugenio D'Ors, José Pla, Jardiel Poncela, Manuel Machado o Joaquín Turina fueron franquistas.

Lo cual no debe extrañarnos. Siempre ha habido relevantes intelectuales que han apoyado regímenes de derecha o directamente totalitarios. Otra cuestión diferente es negar que esas personas merezcan que una calle de tu ciudad recuerde su nombre.

El problema está en donde se pone la raya de la implicación en el franquismo para dilucidar si debe ser retirado o no del callejero. Y esa es una cuestión de enorme dificultad, cuando no irresoluble.

Porque incide en una cuestión de mayor calado, que podríamos formular de la siguiente manera: ¿debemos negar nuestro pasado? Lo queramos o no, en España hubo un régimen franquista que duro casi cuarenta años. Y un dictador que se murió en la cama, debido a la represión que desató, pero también gracias a que muchos compatriotas le apoyaron. ¿A nadie le ha parecido sospechoso que al día siguiente de la muerte del general no quedaran franquistas en España?

Negar el pasado es un craso error, propio de sociedades incultas, de los que Kavafis llamaba bárbaros. La gente letrada no solo sabe lo que pasó, sino que considera con acierto que es absurdo confundir la conveniencia de cambiar el futuro con intentar falsear el pasado.

Yo me niego a dejar de disfrutar de los poemas de Gerardo Diego, de la música de Turina o de los cuadros de Dalí por muy franquistas que fueran. Los bárbaros en cambio me afearán mi conducta y pretenderán negar que existieron, condenando su memoria al olvido.

Por eso no es necesario esperar a los bábaros. Ya están entre nosotros.

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