Pedro Sánchez ha conseguido en los dos últimos meses reforzar su liderazgo en el PSOE. El 20-D, tras conocerse los resultados electorales, que habían dado a los socialistas por él dirigidos el peor resultado de los últimos cuarenta años, Sánchez se propuso una estrategia que permitiera salvar su posición.
Y lo ha logrado con creces. Ha quebrado el poder de los barones socialistas, mediante el recurso a una consulta entre los afiliados que dócilmente le han otorgado un cheque en blanco. Ha roto la estrategia de Pablo Iglesias, quien como aprendiz de brujo se creyó decisivo en el nuevo escenario político. Y ha desplazado al PP de la centralidad política, al llegar a un acuerdo con Ciudadanos, que no le da para llegar a la Moncloa, pero que ancla aún más su silla.
Todo éxitos en la actuación de Sánchez. Tan solo cabe criticarle que en vez de trabajar tanto para apuntalar su posición personal, lo haga en beneficio del país.
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