viernes, 12 de febrero de 2016

Huevo frito



Todavía me acuerdo, siendo un joven estudiante de lo que se llamaba entonces Curso de Orientación Universitaria, COU en sus siglas, cuando el profesor, José Barrio, todo un filósofo, preguntó cómo imaginábamos el universo.

Hubo respuestas de todo tipo. La mía -y perdón por el protagonismo- fue la de algo parecido a un huevo frito. Ls risas fueron generales, pero el profesor salió en defensa de mi opinión, señalando que los más modernos descubrimientos apuntaban a ello.

La detección de las ondas gravitacionales, anunciada ayer, abundan en ello. Tras el bing-bang, que podríamos comparar con el impacto del huevo crudo sobre el aceite caliente tras cascarlo, no existe mayor violencia en nuestro universo que el choque de dos puntos negros. Las ondas gravitalacionales serían las olas producidas por tal choque. De hecho, la investigación científica anunciada ha detectado ahora una de esas ondas, nacidas de la colisión de dos puntos negros ocurrida hace 1.300 millones de años.

Siguiendo con el ejemplo, las ondas serían comparables a la clara expansionándose en la sarten, antes de terminar contrayéndose por el calor. 

De todo ello, lo más relevante es ser conscientes que nuestro mundo, nuestras miserias, a las que idolatramos y otorgamos una dimensión demasiado relevante, es una ínfima pequeña parte de ese huevo friéndose en aceite. 

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