Dos tercios de los migrantes que han arribado a Europa tienen estudios, muchos de ellos universitarios. Y también dos de cada tres de aquellos, que se han jugado la vida cruzando el mar en precarias embarcaciones, disfrutaban de un trabajo fijo en Siria, antes de verse obligados a huir de su país por la guerra civil que padece.
Ese es el perfil mayoritario entre los más de ciento sesenta mil personas que han emigrado por aquel conflicto. De todo ello conviene extraer dos conclusiones . Primero, resulta difícil creer que gente acomodada y con un nivel intelectual emigren voluntariamente. Y segundo, a Europa le puede venir bien disponer de esas personas tan cualificadas.
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