martes, 19 de abril de 2016

La izquierda reaccionaria

Brillante, como es usual, la columna de hoy de Félix Ovejero en El País. Retrata lo perdida que está la izquierda o para ser más exactos una gran parte de la izquierda. Un supuesto progresismo que se ha hecho comprensivo con la sinrazón religiosa, en nombre de un multiculturalismo capaz de perpetrar los más horrendos crímenes como la desigualdad entre sexos o la persecución a los gays. O la simpatía que muestra con aquellos que quieren levantar estados sostenidos en la identidad y que se traducirán en desigualdades jurídicas, que mutilarán los derechos de los más desfavorecidos, sin atreverse a denunciar la demagogia del derecho a decidir, jaleándolo incluso. O la antipatía contra el proceso globalizador mundial, en nombre del respeto a lo existente, evidenciando su conservadurismo.

Ante esa izquierda reaccionaria, yo prefiero seguir considerando al verdadero progresismo como el fruto más elaborado del ideal ilustrado, que aspiró a llevar a toda la Humanidad, guiada por la razón, a las más altas cotas del bienestar social.

3 comentarios:

  1. Pues yo he leído dos veces ese artículo, y, si antes creía entender en qué consistía el marxismo del S. XIX, ahora tengo un enorme cacao. ¿Cómo es posible que el marxismo proclamara un capitalismo feroz, imperialista, globalizador, y defendiera "la expansión sin tregua de los mercados"??? Si es así, normal que la izquierda actual reniegue de la globalización.

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  2. Pues yo he leído dos veces ese artículo, y, si antes creía entender en qué consistía el marxismo del S. XIX, ahora tengo un enorme cacao. ¿Cómo es posible que el marxismo proclamara un capitalismo feroz, imperialista, globalizador, y defendiera "la expansión sin tregua de los mercados"??? Si es así, normal que la izquierda actual reniegue de la globalización.

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  3. Gracias por tu comentario. Tan solo responderte que el marxismo, como producto más elaborado de la dialéctica hegeliana, entiende que cuanto más feroz y desatado sea el capitalismo, antes caerá por efecto de sus contradicciones internas, objetivo último de quien se dice socialista.

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