viernes, 1 de septiembre de 2017

Craso error


El reconocimiento por parte de la Generalitat y de los Mossos d'Esquadra de que fueron alertados de un atentado en las Ramblas incide, una vez más, en la muy criticable labor preventiva de la policía autónómica catalana en los terribles sucesos vividos a partir del 17 de agosto y que ya fueron objeto de análisis en las dos anteriores entradas de este blog.

Por ello no voy a insistir. Me limitaré a resaltar que tal alerta fue expresamente negada por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y por su consejero del Interior. Joaquim Forn. Dicho llana y sencillamente, mintieron.

Y lo hicieron porque consideran que todo debe quedar subordinado a la más excelsa labor de lograr la independencia, panacea que resolverá todos los problemas de Cataluña. Desgraciadamente, tras aquellos terribles sucesos, esos y otros políticos independentistas no focalizaron sus desvelos en las dieciséis víctimas mortales y varias decenas de heridos, sino en mostrar al mundo que Cataluña es una entidad capaz de hacer frente a la amenaza terrorista, no convirtiéndose en un Estado fallido.

Por eso era fundamental dejar clara la buena labor hecha por los Mossos. Y por eso, ahora, queda en un brete tal discurso. Ni Cataluña, ni España entera, ni incluso la Unión Europea, pueden hacer frente solos a la amenaza yihadista. Debe ser una labor mundial, donde prime el esfuerzo unitario, lo contrario que postulan los soberanismos.

La policía autonómica y los servicios de emergencia de todas las administraciones tuvieron una acertada labor tras el primer atentado, pero especialmente los Mossos, aunque también la Guardia Civil y Policía Nacional, estuvieron muy poco acertados antes de aquello. Tal aseveración es un hecho objetivo. Por eso me alegra, personalmente, que el periódico El País rectifique hoy el ingenuo editorial que tituló "Elogio de los Mossos".

No hay que secundar las estrategias políticas levantadas sobre los muertos, aunque solo sea por respetar la dignidad de aquellas víctimas y de sus familias.

Y sobre todo no hay que permitir que los políticos mentirosos sigan en el poder. Para eso, la moral protestante es inflexible: si alguien miente no puede dirigir a los demás. Aquí en el mundo educado por el carolicismo somos más laxos. A fin de cuentas siempre hay que perdonar. Un craso error.

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