jueves, 7 de septiembre de 2017

Golpe de Estado

Lo vivido en las últimas horas en el Parlamento catalán con la aprobación de la ley del referéndum  y su inmediata implementación por la Generalitat, convocando el plebiscito secesionista, solo puede ser definido con un término: el de Golpe de Estado.

En España, estamos, desgraciadamente, acostumbrados a relacionar los golpes de Estado con la institución militar. Así en los dos siglos pasados, los del paso traumático a la Edad Contemporánea, fueron reiterados los golpes armados, que sin ninguna justificación democrática, protagonizaban personalidades del estamento militar. Por ello, en nuestros referentes cognitivos sobre nuestro pasado hemos establecido una vinculación entre golpes y militares, cuando en puridad no es necesario. También puede haber golpes civiles. Si no la nuestra, la historia mundial presenta numerosos ejemplos. El más conocido es el protagonizado por Luis Bonaparte, glosado como nadie por Karl Marx.

Bonaparte logró desde dentro de las instituciones pasar de ser presidente de la República a emperador, insistiendo hasta la saciedad que él defendía la democracia y sometiéndose finalmente a un referéndum.  Fue un Golpe de Estado ejecutado brillantemente, sin necesitar usar la fuerza armada, salvo en los últimos momentos para reprimir a unos reducidos revoltosos parisinos.

Un golpe civil desde dentro de las instituciones. Eso es lo que ha hecho el Parlamento de Cataluña y la Generalitat. Sin dejar de invocar la democracia, una minoría, que solo representa al 47,8 % de los electores catalanes, pretende imponer la secesión. Y para ello, da un Golpe de Estado.

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