jueves, 1 de marzo de 2018

¡Vaya votación!

“No abandonamos la Unión Europea para contemplar la ruptura de Reino Unido”. Tales palabras, pronunciadas por el dirigente del partido unionista de Irlanda del Norte, son reveladoras de las consecuencias del brexit, aquella decisión tomada por los británicos en referéndum.

Cuando votaron sobre la salida comunitaria, pocos británicos debieron reparar que no estaban completamente aislados por mar de la UE. Y que compartían una frontera terrestre, en concreto con la República de Irlanda. De tal modo, que el divorcio decidido en las urnas tendrá otra factura, además de la monetaria.

Y se trata de un tema especialmente sensible para el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que esa es su denominación oficial. Desde los Acuerdos del Viernes Santo, que permitieron que el IRA dejase de matar, no existe una frontera real entre el Ulster y la República de Irlanda, disfrutando los ciudadanos de ambos estados del tránsito libre entre una y otra, favoreciendo los intercambios comerciales y, en general, el progreso económico.

La ausencia de fronteras, pese a la opinión de los nacionalistas, es sinónimo de bienestar, que ahora se ve amenazado por el brexit, por aquella votación plebiscitaria que solo ha traído problemas al Reino Unido.  Económicos y también de cohesión territorial, afectando ya a la unidad británica: la propuesta de Bruselas consiste en mantener el Ulster dentro de la UE y evitar así la reaparición de la frontera, aspecto inasumible por Londres, porque eso significaría trasladar tal límite al mar de Irlanda, separando Gran Bretaña de Irlanda del Norte; es decir, empequeñeciendo al Reino Unido.


Menos y más pobre ¡Vaya votación!

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