martes, 10 de julio de 2018

Autodestrucción

El Reino Unido continúa con su crisis autodestructiva desde que una mayoría de votantes decidieron patalear contra el devenir histórico. No otra cosa fue el Brexit, un grito de impotencia contra la globalización.

Y como tal, inútil. Gran Bretaña podrá salir de la Unión Europea, pero a costa de graves sacrificios. En la gatera, quedará una parte de la soberanía que sobre Irlanda del Norte aún posee y muchas de las ventajas comerciales que hasta ahora disfrutaba con el resto de sus socios comunitarios. 

Los dimisionarios David Davis y Boris Johnson lograrán en todo caso un pírrico endurecimiento negociador y complicar aún más la existencia del gobierno de Theresa May, pero el plazo inflexible se acerca, aquel en el que el Reino Unido no tendrá competencias para discutir la normativa europea, pero estará obligado a acatarla, al igual que se acepta la realidad.


Esa que los votantes de 2016 no vieron, engatusados por el populismo nacionalista y la ambición de un político, David Cameron, que por solventar un problema partidista, metió a Gran Bretaña e Irlanda del Norte en el mayor embrollo de sus últimos setenta años.

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