Entre las noticias del día ha pasado bastante desapercibido que un equipo
científico ruso ha logrado alcanzar y perforar el lago Vostok, hundido a más de
3.700 metros bajo la superficie de la placa de hielo de la Antártida.
El
lago Vostok lleva unos 20 millones de años aislado por el hielo que lo cubre.
Hace ese tiempo, la Antártida habìa acabado de separarse de otros continentes y
configurarse como tal, quedando completamente rodeada por una corriente fría que
ocasionó su congelación. Desde entonces, el lago Vostok, del tamaño del lago
Ontario, está aprisionado bajo toneladas de hielo.
Y digo aprisionado,
porque bajo ese manto de más de tres kilómetros, las aguas del lago se mantienen
líquidas. Tal hecho no ha recibido ninguna explicación científica. Tampoco el
que exista una constatable anomalìa magnética en el sudoeste del lago o que se
hayan contatado mareas en sus aguas. Pero lo más importante es que ahora podamos
acceder a microorganismos aislados durante 20 millones de años.
Un
trabajo científico apasionante en el que las viejas rivalidades derivadas de la
guerra fría aún parecen subsistir. Al ser una investigación rusa ha sido
criticada por entidades científicas estadounidenses, al poner de relevancia el
deficiente método de perforación, que ineludiblemente contaminará el virginal
lecho marino. Como si la ciencia no hubiera avanzado en el pasado con
herramientas defectuosas.
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