lunes, 29 de enero de 2018

Semana clave

El independentismo catalán afronta la presente semana de una manera relevante para su futuro, después de que el poder judicial, que no el ejecutivo, haya marcado con precisión los márgenes existentes, en una nueva muestra de la vitalidad del Estado de derecho, basado, nunca está de más en repetirlo, en la división de poderes. Salvo sorpresas dilatorias, como retrasar el pleno de mañana con el objeto de dar más tiempo a Puigdemont, el soberanismo debe decidir si plantea un nuevo choque de legalidad con el Estado o acepta que debe coexistir con este, renunciando a los relatos de la nueva república con los que llena los oídos de sus bases. 

Pese a que las razones para aceptar la realidad son numerosas, entre ellas la vuelta al poder en la Generalitat, lo que en tiempos del 155 se valora mucho más, me temo que los personalismos puedan nublar a muchos las entendederas. El primero, al propio Puigdemont, quien investido ya de un caudillismo mesiánico, se resiste como gato panza arriba a dejar paso a otro candidato. Sin duda que la rivalidad con Oriol Junqueras pesa en sus cuitas, pero ningún movimiento ideológico debería ser presa de sus propios protagonistas, porque de lo contrario indicaría que, como siempre, los personalismos prevalecen sobre los planteamientos.

En la decisión final jugará un papel relevante el nuevo presidente del Parlamento catalán, quien debe decidir asimismo si opta por continuar con la vía unilateral o acepta la legalidad existente. Sin duda que Roger Torrent no lo tendrá fácil, pero el ejemplo de su predecesora, Carme Forcadell, quien abjuró de su rebelde pasado para poder salir de prisión, debería pesar en su fallo.


Una semana decisiva que ha dejado también claro que el Tribunal Constitucional le ha sacado al gobierno las castañas del fuego con su decisión de entrar en el fondo del asunto, a la par que decidía aplazar su pronunciamiento sobre el despropósito gubernamental de recurrir un futurible, como le advirtió el Consejo de Estado. Una crisis en la que dichos organismos han estado muy por encima de la actuación de un ejecutivo que presenta síntomas de carecer de una estrategia realista frente al desafío independentista, lo que desgraciadamente le equipara con sus enemigos.

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