El dato más incuestionable que nos dejan las elecciones celebradas ayer en Galicia y Euskadi es el descenso del PSOE, partido que no logra articular una oposición de izquierdas a la política de recortes del Gobierno de Mariano Rajoy.
El dato es especialmente llamativo en Galicia, donde el descalabro socialista es de 230.000 votos, lo que se dice pronto. El gran beneficiado de ese hundimiento es la Alternativa Galega de Esquerda, de Xosé Manuel Beiras, que coaligado con Izquierda Unida, centró su campaña en la crítica social, hasta el punto que su formación ya es conocida como la Syriza gallega. En la crisis económica que vivimos, el electorado castiga más a los socialistas que a los conservadores en el poder y otorga la labor de la oposición a planteamientos más izquierdistas. Se ha visto en Grecia y parece que ese efecto se puede extender a España.
En Euskadi, EH Bildu también se ve beneficiado de esta consecuencia, recogiendo el voto crítico izquierdista. No obstante, la impresión es que la marea nacionalista radical parece que ha alcanzado su pleamar. Es más, si comparamos los datos de ayer con los dos últimos comicios celebrados, los generales de noviembre y los forales de mayo, Bildu retrocede unos siete mil votos respecto a la primera cita y 32.000 con la segunda. El desgaste de Bildu es especialmente significativo en lugares donde gobiernan, como en San Sebastián.
En cualquier caso el análisis de Euskadi debe tener en cuanta el factor identitario. La suma de votos nacionalistas, de PNV y EH Bildu, alcanza los 660.554votos, lo que es una cifra elevada, pero inferior, por ejemplo, a los 747.361 obtenidos en 2001 o los 776.706 de 1986. Es más significativo el descenso del voto constitucionalista, situado ayer en 363.338 sufragios, lo que nos retrotrae a datos similares de la década de los ochenta. Parece que las formaciones no nacionalistas no solo no han aprovechado su paso por Ajuria Enea, sino que tampoco han rentabilizado la victoria sobre ETA, arduamente trabajada en los últimos veinte años.
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