Este pasado fin de semana tocó el turno de la presentación de los programas electorales en las importantes elecciones catalanas del 25-N. CiU exhibión un programa netamente soberanista, sin mencionar la palabra independencia, evitando así que dejen de votarle sectores reacios a la separación con el resto de España.
El objetivo sería alcanzar los 68 escaños, lo que le daría a la coalición nacionalista la mayoría absoluta para pilotar el proceso secesionista que pretende Artur Mas, quien ha logrado, al menos hasta ahora, orillar las críticas a su política de recortes con el señuelo independentista.
Quien se despeña en las encuestas es el PSC, que en vez de plantear un discurso netamente social se ve secuestrado por el clima nacionalista. Ahora en su programa electoral, los socialistas catalanes reclaman el derecho a decidir, lo que traerá problemas a su partido hermano, el PSOE, que anda ya sobrado de ellos.
El derecho a decidir es un eufemismo -otro más, como el mencionado de evitar la palabra independencia- del Derecho de Autodeterminación, sobre el que la Organización de Naciones Unidas limita su aplicación a los países colonizados, cuestión que no creo que nadie con dos dedos de frente pueda aplicar a Cataluña.
Otra cosa es que Cataluña quiera ser independiente y así lo plantease abiertamente la mayoría de las fuerzas políticas catalanas, cuestión que como hemos visto hasta hoy no ha sucedido. Pese a los problemas constitucionales que conlleva el planteamiento, creo que es difícilmente democrático negarse a ello. Es decir, Cataluña puede decidir si quiere seguir dentro o fuera de España, cosa que insisto aún no se ha planteado por parte de las principales fuerzas políticas. Pero, cualquier otra decisión sobre la forma de cómo estar en España no es competencia exclusiva de Cataluña, sino que también debe pronunciarse el resto de España.
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