miércoles, 18 de marzo de 2015

Democracia y responsabilidad

Benjamin Netanyahu, el líder de la formación derechista Likud, ha conseguido dar la vuelta a las previsiones y convertir a su partido en el más votado en las elecciones celebradas ayer en Israel. Logra 30 escaños, frente a 24 de los laboristas. Sobre un parlamento de 120 escaños, muy atomizado, como es usual en un sistema muy proporcional, Netanyahu será por cuarta vez primera ministro, pero tendrá que pactar con otras fuerzas políticas: los partidos religiosos y de extrema derecha, que radicalizarán aún más, si cabe, su planteamiento frente al conflicto de Oriente Próximo, raíz de muchos de los males que sacuden toda aquella región y cuyas consecuencias vemos llegar a Occidente en forma de terrorismo yihadista.

Nadie duda que el líder del Likud logrará los apoyos necesarios para disponer de una mayoría suficiente en la Knesset. Tampoco que el vuelco electoral que ha logrado in extremis se debe a su promesa de que mientras él sea primera ministro no habrá un Estado palestino. Israel cierra así la posibilidad de una paz basada en la existencia de dos estados: uno judío y otro árabe, que había sido la bandera electoral de los laboristas. Y sobre todo, éstos resultados, aumentan la presión contra los dirigentes moderados de los palestinos, que desde hoy tienen menos argumentos para seguir apostando por la no violencia.

Eso es exactamente lo que han elegido democráticamente los israelíes.

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