jueves, 12 de marzo de 2015

Nadar en aguas bravas

A Albert Rivera, el joven líder de la fuerza emergente llamada Ciudadanos. no le importa meterse en aguas bravas. Ayer se pronunció en contra del federalismo asimétrico, argumentando que no se pueden invocar derechos históricos para sacar réditos políticos. Para Rivera, haciendo gala del nombre de su formación, los derechos los tienen los ciudadanos, no lo territorios. Algo tan básico y demoledor contra el nacionalismo, es difícilmente objetable, al menos desde que hace dos siglos ocurrió algo tan trascendental como la Revolución Francesa.

Sin embargo, también hay que convenir que el concepto de ciudadanía, creado entonces, ha sido sistemáticamente atacado por los múltiples nacionalismos que desde entonces surgieron por toda Europa. No habría ciudadanos en abstracto, sino adscritos a las naciones, con toda la carga subjetiva que ello conlleva, propiciadora de todo tipo de conflictos, también bélicos.

Y ahí ocupan los denominados derechos históricos un lugar clave. Volviendo a Rivera y a sus palabras, sería más correcto hablar de confederalismo asimétrico. Porque eso es lo que se encontró el Estado-nación español cuando inició su construcción hace dos siglos, heredado del tipo de Estado anterior al que denominamos Monarquía Hispánica, basado en la mera yuxtaposición de territorios unidos por un rey.

Navarra y las tres provincias vascas, o vascongadas como se decía entonces, mantuvieron durante todo el siglo XIX una unión de tipo confederal con el Estado-nación español, que éste aspiró a limar y homogeneizar con el resto del Reino. Unos podrán sostener que esa labor no la hizo con la decisión adecuada y otros lo contrario. El hecho es que a partir de 1876, las cuatro provincias solo conservaban una autonomía económica-administrativa, jurídicamente más argumentada en el antiguo Reino de Navarra. En 1937, el general Francisco Franco abolió esa diferencia en dos de las cuatro provincias: en Guipúzcoa y Vizcaya.

La actitud del dictador generó un rechazo entre la población de aquellas dos provincias y provocó un movimiento pendular, volviéndose tras la Transición Democrática a una situación claramente confederal con Navarra y con las otras tres provincias que al unirse entre ellas, recordando el precedente de la Segunda República, conformaron Euskadi.

Esto es lo que hay. Los que invocan los derechos históricos vascos disponen de estos argumentos. Conviene tener presentes éstos hechos a la hora de nadar en aguas bravas.

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