viernes, 11 de septiembre de 2015

Hay partido

A Chema Bermúdez, in memoriam.

La encuesta del CIS sobre las elecciones catalanas, previstas para el próximo día 27, deja una cosa muy clara: hay partido. El sondeo, efectuado entre 30 de agosto y el 4 de septiembre, muestra que a poco más de veinte días, la situación era muy reñida, lo que permite presuponer que hoy en día lo siga siendo. Por ello es tan relevante la campaña electoral que se ha iniciado hoy, por lo que está garantizada una mayor implicación de partidos y políticos, lo que debería conllevar, además, una alta participación ciudadana en aras de la propia democracia. Algo que el propio sondeo parece sugerir, cuando indica que un 77,5% de la población dice que acudirá a votar.

La encuesta muestra una vez más algo evidente, pero que no por ello conviene dejar de repetir: la pluralidad de la sociedad catalana, muy alejada del sueño romántico de aquellos que pretenden una nación monolítica. Pero, a la vez, aparecen datos más inquietantes, que apuntan a un mayor fraccionamiento de la sociedad, debido sin duda a la propia construcción nacional emprendida por los gobiernos de Artur Mas desde hace cuatro años.

El dato más relevante de los resultados del sondeo es que el independentismo pierde terreno, aunque mantiene la mayoría de escaños, que no de porcentaje de votos, quedando muy lejos del 50%, la condición sine qua non para que la que comunidad internacional democrática pueda prestar atención al soberanismo catalán. Convergència Democràtica de Catalunya y Esquerra Repubicana de Catalunya, que en las última elecciones, lograron 71 parlamentarios, verían reducida su presencia en al menos diez menos, lo que evidencia que la táctica de Mas de convocar continuamente elecciones no es nada acertada, al menos para su partido y en conjunto para las formaciones independentistas. En el análisis hecho, no se tiene en cuenta a Unió Democràtica de Catalunya, formación a la que el CIS condena a ser extraparlamentaria. Puede que el partido de Josep Antoni Duran i Lleida esté pagando haber permanecido tanto tiempo en el armario y no haber roto antes con la deriva de Mas, pero me resisto a pensar que finalmente no logrará algún escaño, máxime si tenemos en cuenta que debe haber voto oculto ante tanto resplandor soberanista.

En cualquier caso, los 61 escaños, que el CIS da como orquilla máxima a Junts pel Sí -la coalición electoral en la que CDC y ERC han incorporado a otros independentistas, como el excomunista Raül Romeva-, necesitan de otros siete parlamentarios para la mayoría absoluta. Y aquí merece hacerse especial hincapié en lo que sin duda es el dato más negativo del sondeo: la absoluta dependencia de Artur Mas para proseguir en su hoja de ruta independentista respecto a la asamblearia Candidatura d´Unitat Popular. El CIS otorga a la izquierda nacionalista hasta 8 escaños, cinco más que hace dos años. Juntos, todo el bloque independentista, superaría el listón de los 68 escaños, que marcan la mayoría absoluta. Es decir, Mas necesita de la CUP para continuar con el proceso soberanista y mantenerse en el poder. El dato no es baladí, en la medida en que en que si algo ha acreditado el actual presidente de la Generalitat es su capacidad funambulista para mantenerse en el poder, convenciendo a propios y extraños, incluidos aquellos, como la CUP, que podrían ser reacios a permitir que el ejecutor de los mayores recortes sociales habidos en Cataluña permanezca en el palau Sant Jordi.

La segunda formación en número de votos parece que será Ciutadans, a la que el CIS otorga hasta 20 escaños. Ciudadanos recibe así el premio por haberse posicionado claramente y sin complejos contra el soberanismo, lo que completa con una estrategia elctoral que admite sin tapujos la trascendencia de estos comicios, pidiendo el voto para impedir la salida de Cataluña de la Unión Europea. Todo ello puede convertir a la formación liderada a nivel nacional por Albert Rivera en el partido hegemónico del no independentismo. De hecho, su candidata a la Generalitat, Inés Arrimadas, pretende encabezar el frente que devuelva a Artur Mas a su casa, algo que de momento -a día de hoy- se antoja más como una intención que como un hecho factible.

Pisando los talones a Ciutadans está la candidatura Catalunya Sí que es Pot, que agrupa a Podemos, Iniciativa per Catalunya y otras agrupaciones de izquierda en una fórmula que se mostró enormemente atractiva en las municipales y que permitió a Ada Colau sentarse en el sillón de regidora de Barcelona. El CIS le otorga hasta 19 escaños, hasta cinco más de los que obtuvo Iniciativa en solitario en 2012. Datos que reflejan un ascenso, pero que muestran el techo del efecto Podemos. De hecho, la candidatura izquierdista ha sido incapaz de imponer en la precampaña el discurso social frente al planteamiento nacionalista de Artur Mas. De la capacidad de cambiar eso en las dos semanas restantes antes de los comicios dependerá que Podemos y compañía logren más escaños o vean reducidas aún más sus expectativas. Sin duda, que el demagógico derecho a decidir que llevan en su programa, es un lastre para reconvertir el debate hacia lo que de verdad interesa a la coalición izquierdista. A la par que hace más difícil que Arrimadas logre un apoyo suficiente para desbancar a Mas.

El CIS otorga al Partit dels Socialistes de Catalunya hasta 17 escaños, quedando muy lejos de sus mejores resultados históricos, cuando fue la formación mayoritaria catalana, pero Miquel Iceta parece haber detenido la sangría que llevaba al PSC a la extinción. La clave en la contención de la hemorragia ha sido la expulsión del partido de los soberanistas y la renuncia al derecho a la autodeterminación.

En último lugar aparece un PP con hasta 13 escaños, seis menos que hace dos años. Los populares catalanes pagan así la obediencia a la dirección nacional de su partido que ha preferido sumar en el resto de España de cara a las elecciones generales, sacrificando a los suyos en Cataluña.

Ese es el panorama, cuando quedan dieciséis días para unas trascendentales elecciones. El último dato relevante hace referencia a que hay en torno a un millón de electores que aún no ha decidido su voto. De ellos depende el resultado del partido, que se medirá por los escaños arriba o abajo de los 68 que marcan la mayoría absoluta. Hay, pues, partido. Depende de los catalanes, que ahora, como cada vez que han acudido a las urnas en los últimos cuarenta años, decidirán.

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