lunes, 30 de abril de 2018

Kosovo y Cataluña

Las declaraciones de Ramush Haradinaj, excomandante de la guerrilla albanesa y primer ministro de un Kosovo, cuya independencia fue declarada unilateralmente, asegurando que nunca reconocerían una secesión de Cataluña, acusan el impacto negativo para la construcción nacional de tal territorio que tiene el hecho de que haya estados de la Unión Europea, como España, que no lo reconozcan.

Se evidencia así la importancia que tiene en los procesos independentistas el apoyo de la comunidad internacional. Si los líderes independentistas catalanes fracasaron en ese empeño, Kosovo se ve lastrado por no disfrutar de un apoyo unánime, pese al empeño a favor de Estados Unidos, hoy por hoy la potencia hegemónica.

Por ello, era una oportunidad de oro para Kosovo que en la próxima cumbre de la Unión Europea fuese reconocido como otro Estado, apareciendo su primer ministro en la foto oficial junto a los mandatarios europeos, Rajoy entre ellos. España ha vetado tal posibilidad por temor a los paralelismos que se pudiesen establecer con Cataluña.

De nada ha servido que Haradinaj proclamase que “nunca reconoceríamos la independencia de Cataluña. Kosovo y Cataluña no tienen nada en común y establecer cualquier analogía es un sinsentido. Kosovo nació de la desintegración de la Federación Yugoslava, en un proceso sangriento de todos contra todos. No es el caso de España, donde se respetan los derechos civiles y políticos. No se puede comparar la represión bajo el régimen de Milosevic con el Estado de derecho español; hacerlo resulta incluso ofensivo. Y no se trata de obviar los parecidos, es que no existen”.

Palabras que no está de más airear ante tanta confusión existente, mucha de ella propagada interesadamente, que pretenden presentar a la España actual como un jalón más de su leyenda negra. No, no es el caso. Pero, el problema que presenta Kosovo para España es que aquella independencia, basada en un opresión manifiesta del régimen nacionalista serbio, fue adoptada unilateralmente, aprovechando el interés de Estados Unidos por reducir la influencia rusa en los Balcanes.

Ese fue el pecado original. el unilateralismo No el hecho de que existan razones poderosas para simpatizar con los albano-kosovares en su lucha, nacionalista, con los serbios-eslavos, ante la represión sufrida por los primeros a manos de los segundos en las fratricidas guerras que volvieron en la última década del siglo XX , una vez más, a ensangrentar los Balcanes. 

La solución pasa, pues, porque toda Europa, incluida España, presionen a Serbia para que llegue a un acuerdo con Kosovo, que o bien reconozca bilateralmente la independencia de facto existente o bien se busque un compromiso de cosoberanía, dentro de un marco resolutorio de la UE, que evite las injerencias norteamericanas y rusas. 


Para ello, será fundamental proseguir en el camino que lleve a todos los Balcanes a integrarse en Europa, volviendo a reencontrarse serbios albaneses, bosnios y croatas, cambiando la dirección que irracionalmente iniciaron en 1991 y que les llevó a la destrucción. Unidad frente al nacionalismo. Esa es siempre la única solución,.

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