viernes, 20 de abril de 2018

Las llamas de Gernika

El comunicado con el que ETA precede a su fin es de nuevo una sarta de falsedades, algo usual en todos sus escritos desde que en 1959 se fundó.  Más allá de que siga intitulándose  como un movimiento de liberación nacional y que lleve el victimismo al paroxismo, calificando de “sufrimiento desmedido” el padecido, cuando tal sentimiento puede ser desgraciadamente compartido por casi todos los pueblos, llama la atención el tono lírico con el que finaliza su texto con el objetivo de “apagar definitivamente las llamas de Gernika”.

Una de las presunciones de todo nacionalismo es considerarse el ombligo del mundo.  Es más, es consustancial a ellos, no solo verse como lo mejor (supremacismo), sino también como los que más han sufrido a lo largo de la Historia. Sirva como ejemplo, el dolido pueblo judío, desde que hace tres milenios padeció las iras del faraón.

Al respecto, solo mencionar que el número de asesinatos cometidos por ETA en estos casi sesenta años (857) triplica, cuando menos, la cifra de víctimas mortales en el bombardeo de Guernica.  Lo cual no quiere decir que ninguna víctima no merezca el lamento. Ninguna de ellas debió producirse.  Tampoco, los sesenta millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, otra tragedia provocada por el nacionalismo. 


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