lunes, 2 de abril de 2018

Dos Coronas

Publicaron hace unos días Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano, y Alejandro del Valle, catedrático de derecho internacional de la Universidad de Cádiz, una interesante tribuna en El País, proponiendo una novedosa solución para el contencioso gibraltareño. Desgraciadamente, no ha tenido continuidad el debate.

Uno de los elementos más originales de su propuesta incide en la superación de la concepción del Estado-nación, ya sea español o británico, ante el que han encallado otros muchos de los  remedios aportados en el pasado. El peñón no tendría una soberanía británica, como ahora, ni española, como infructuosamente ha pretendido el nacionalismo español. Ni siquiera una cosoberanía hispano-británica, como pensaron Aznar y Blair. 

Gibraltar sería una ciudad de las dos Coronas, de la británica y de la española, a modo de un principado, integrado eso sí en la Unión Europea. La solución, que supondría que el peñón tendría dos jefes de Estado, Isabel II y Felipe VI, podría contentar a los gibraltareños, que lamentan profundamente la salida del Reino Unido de la UE.

La iniciativa presenta, pues, perfiles interesantes, merecedores de una discusión, aunque tiene a mi criterio dos obstáculos. El primero, es el de la dialéctica Monarquía/República, con el problema que conlleva que la opinión pública considere la primera opción como del pasado y la segunda del futuro, independientemente de su acierto. No es este un aspecto que expresamente traten los dos intelectuales que han suscrito la propuesta, a diferencia del segundo obstáculo. Consideran los autores que la iniciativa no es trasladable “a las pretensiones de nuestros nacionalismos” periféricos. 


No creo que sea así. La aún no concretada propuesta de Nación Foral Vasca del lendakari Iñigo Urkullu busca una relación bilateral entre España y Euskadi, cuyo broche de unión podría ser la propia Corona, como lo fue en el pasado foral. Paradojas, pues, de la vida, en la que las monarquías ofrecen mayor margen de solución a problemáticas de difícil solución, frente a planteamientos republicanos, que creemos más acordes con el progreso.  

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