miércoles, 8 de agosto de 2012

La Cámara de los Lores y el Senado



Finalmente el Gobierno de David Cameron no planteará en el Parlamento británico los planes de reforma de la Cámara de los Lores. Supone esto un nuevo revés de los liberales de Nick Clegg, socios de gobierno de los conservadores. Los torys se han salido con la suya dejando a Clegg y a los suyos en una situación de extrema debilidad, anulando las dos grandes propuestas liberales de la legislatura: la reforma del sistema electoral y la reforma de los Lores. Los liberales no obstante permanecen en el Gobierno porque si provocan un adelanto electoral serán castigados por los votantes.

Clegg pretendía reformar la cámara alta en un sentido democrático, así como reducir practicamente a la mitad a sus integrantes: de los 825 actuales a 450. Ninguno de los lores que se sientan en la Cámara actualmente ha sido elegido por el pueblo británico. Hay 92 lores que ocupan un escaño hereditario y 26 obispos anglicanos, llamados lores espirituales, lo hacen por su carrera eclesiástica. El resto son elegidos a propuesta del Primer Ministro y los líderes opositores.

Se imaginan ustedes que en el Senado español hubiera nobles que ocuparan escaños hereditariamente, así como obispos católicos, no jerararcas de otras confesiones. Y que el resto fueran elegidos por el presidente del Gobierno y los dirigentes de la oposición. ¿A que es difícil de figurar?

Respecto a sus poderes, la Cámara de los Lores ha perdido bastantes con los años. Por ejemplo, ya no tiene derecho de veto. Pero lo tuvo hasta 1911 -hace sólo un siglo-, cuando se redujo a dos años la capacidad de obstruir una ley aprobada en la Cámara de los Comunes, elegida democráticamente. En 1893 echó para atrás la autonomía aprobada para Irlanda, abocando a la isla a un conflicto, cuyas consecuencias aún se pagan.

Nuestro Senado, en cambio, tan denostado últimamente, es elegido democráticamente, ya sea a través del voto directo de los ciudadanos o indirecto mediante la elección de los parlamentos autonómicos. El Rey hace mucho que dejo de designar parlamentarios, los llamados senadores reales. Nuestro Senado tiene derecho de veto, pero solo en una ocasión. Si el Congreso vuelve a aprobar lo que la Cámara Alta rechazó, prevalece lo acordado por la Cámara Baja.

El problema de nuestro Senado es lo que no hace. Fundamentalmente no es una cámara territorial, a diferencia de otros países federales. En Alemania, el Bundesrag o Cámara Alta es donde los lander o regiones discuten las leyes que afectan a los territorios. Ese debería ser el objeto de nuestro Senado: ser la cámara federal de nuestro país, permitiendo diluir las tensiones autonómicas, y uniformando y aclarando las competencias entre la Administración central y las regiones.

El Senado tiene ahí su papel,  lo cual es mucho más inteligente que su mera supresión. Pero para ello hay que reformar la Constitución y para eso se necesita que el PP y el PSOE se pongan de acuerdo, algo que los dos partidos no han conseguido ni para establecer la igualdad de sexos en la sucesión de la Corona. Como dijo Cervantes: con la Iglesia hemos topado.

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