Finalizado el mes de agosto que, pese a los agoreros, ha traido un efecto balsámico a las bolsas y no tanto a la prima de riesgo, septiembre se presenta con crecientes nubarrones.
En primer lugar, el próximo jueves Mario Draghi expondrá en la reunión del Banco Central Europeo las condiciones que se impondrán a España para la compra masiva de deuda soberana en los mercados secundarios. Esto, hablando en plata, supondrá un rescate suave de España. Está por ver las condiciones que se nos impondrán, que serán relevantes para que Draghi pueda torcer el brazo del Bundesbank y obtener el placet de Angela Merkel, la canciller alemana que dirige Europa.
Ese mismo día, Mariano Rajoy recibe en la Moncloa a la propia Merkel. Por tanto, apunten la fecha del próximo 6 de septiembre como relevante para saber el destino de España, de Italia en segundo término y del futuro del euro. Sobre todo de esto último, que es la prueba definitiva para saber la viabilidad del proyecto europeo.
Mientras, las malas noticias se suceden. Eslovenia, la que fue alumna aventajada tras la destrucción de la antigua Yugoslavia, es la siguiente nación que puede pedir un rescate. Los problemas de Eslovenia son similares a otros que ya fueron rescatados como Irlanda. Sus principales bancos hacen aguas ante el incremento de los créditos faliidos.
El caso esloveno nos muestra, una vez más, que el camino de la dispersión nos lleva al fracaso, mientras que la salvación solo puede venir por una Europa más unida, aunque eso suponga la aceptación a corto plazo del directorio alemán. Pero, para consentir en una merma de la soberanía a largo plazo, es necesario reforzar el carácter democrático de las instituciones europeas. Es decir, no importa donde esté la capital : en Madrid, Bruselas o directamente Berlín; pero es imprescindible que todos los europeos eligan a sus dirigentes y no solo los alemanes.
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