miércoles, 21 de septiembre de 2016

Las fracturas de Podemos

La enésima desavenencia entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón muestra una vez más las diferencias conceptuales y de aplicación política que existe en la cúpula de Podemos. Es cierto, tal como ellos mismos sostienen, que no hay por qué ocultar las diferencias, alardeando de no tener problemas para discutirlas en público y presentándolo como una característica de la nueva política que viene a cambiar España. Les honra, incluso.

Pero evidentemente supone una merma a la hora de cohesionar a sus bases, lo que se puede traducir en no cauterizar la sangría de votos que padecen. No en balde, uno de los análisis que se hicieron tras perder un milllón de votos en las últimas elecciones hacía referencia precisamente al carácter de amalgama o batiburrillo adquirido con la inclusión de Izquierda Unida. En definitiva, evidencian una dirección no cohesionada.

Además, reproduce las seculares peleas internas del partido al que pretenden sustituir como hegemónico en la izquierda. Por tanto dan la imagen de que la renovación de las nuevas formaciones no ha servido para nada. Nada más llegar a pisar moqueta ya andan enzarzados entre ellos, como muchos de los partidos tradicionales.

Y no es una cuestión reducible a Iglesias y Errejón, aunque sea la más llamativa. Sus fracturas se extienden por Madrid, Euskadi, Galicia y Cataluña. En éstas últimas acrecentadas por su confluencia en candidaturas magma donde cada parte está convencida de ostentar la verdad absoluta. Como los neófitos del adanismo que aún creen ser.

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