miércoles, 3 de mayo de 2017

La realidad es tozuda

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones francesas fueron recibidos con demasiado optimismo, sin advertir la preocupante realidad que reflejaban. Subió la bolsa y todo el mundo se relajó: el grave problema parecía diluirse en la medida en que Marine Le Pen quedaba lejos de poder alcanzar la presidencia de la República. 

Sin embargo, la realidad es tozuda. Pudimos observarlo el 1 de mayo cuando la izquierda francesa acudió dividida a las manifestaciones del día del Trabajo. Una concentración minoritaria agrupó a los que votarán a Emmanuel Macron para así asegurar la derrota de Le Pen, aplicando el bloqueo del habitual Frente Republicano ante la extrema derecha. Otra, mucho más mayoritaria, se niega a apoyar al candidato liberal, al que considera miembro de la oligarquía a la que combate, proponiendo abstenerse o incluso sugiriendo votar a Le Pen, quien tacha a Macron de banquero.

Las sinergias de los que se consideran contrarios a las elites, a esas oligarquías, e incluso al propio sistema que encarna la  V República francesa, tuvieron ayer, 2 de mayo, una mayor evidencia, cuando se conoció el resultado de la consulta virtual entre los 450.000 integrantes de Francia Insumisa, la formación de Jean-Luc Mélenchon. Solo un tercio de los seguidores del líder de la nueva izquierda francesa votarán a Macron. Los otros dos tercios optaron en la consulta por anunciar que no acudirán a las urnas en la decisiva segunda vuelta.

Es decir, la inmensa mayoría de los votantes de Mélenchon, siete millones de sufragios en la primera vuelta, no va a respaldar al candidato centrista, lo que indudablemente beneficia a Marine Le Pen, ya sea por omisión o incluso por respaldo a la candidatura anti-sistema que representa el Frente Nacional. El millón de votos que sacó Macron hace dos semanas a Le Pen se puede así erosionar, poniendo en peligro el triunfo del único candidato europeísta.

Se hace evidente así una de las características de la nueva izquierda que encarna Mélenchon, quien se niega a pedir el voto para Macron y garantizar asi el cordón sanitario frente a la ultraderecha nacionalista y xenófoba que representa el Frente Nacional, a diferencia de la izquierda clásica, representada por un Partido Socialista que, al igual que hizo en 2002 al cerrar la puerta al padre de Marine. ya ha hecho un llamamiento a acudir a las urnas y elegir al candidato centrista, con el argumento de peso de cortar el paso a la ultraderecha xenófoba y anti-europeísta. Una izquierda exquisita que dice no querer mancharse las manos apoyando a alguien a quien considera un miembro de la odiada casta oligárquica, aunque tal actitud ponga en peligro el sistema democrático existente y a la misma Europa que conocemos.

Esperemos que finalmente no tenga que arrepentirse esa nueva izquierda, que por su infantilismo recuerda mucho a la que también padecemos en este país. Se trata, sin duda, de una característica común europea: la consolidación de una nueva izquierda que abomina de la socialdemocracia y que incorpora como un bagaje propio al nacionalismo. Terrible, esa conjunción nacional-socialista. 

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