lunes, 6 de febrero de 2017

De la utopía a la distopía

Es muy significativa la denuncia de Luis Alegre, cofundador de Podemos, de la existencia de una camarilla en torno a Pablo Iglesias que persigue la disidencia interna con tal saña que recuerda la peor tradición de la izquierda y que rememora las purgas estalinistas. El exdirigente, que ha vuelto a sus clases de profesor de Filosofía, considera la situación tan grave que sitúa a la formación emergente al borde del abismo.

Son sin duda relevantes los niveles de crispación que padece un partido tan reciente y que llegó a la vida pública con un afán regenerador que no solo ha defraudado, sino que ha permitido a sus enemigos devolver la exigencia moral como en un partido de tenis. Las razones de ello son variadas, destacando en una primera aproximación, que tal vez se confió demasiado en la preparación intelectual de sus dirigentes. El hecho de que la mayoría de ellos procedía del ámbito universitario, llevó a muchos a concederles tal vez demasiada relevancia sesuda.

En segundo lugar, todos ellos pecaron de adanismo, como si los problemas políticos de un Estado complejo como el español del siglo XXI se pudieran arreglar con dos patadas. Como si los dirigentes políticos anteriores fueran, además de corruptos, cortos mentales.

La tercera aproximación hace referencia a la calidad moral. Su irrupción en la escena pública presentaba un esquema binario resplandeciente: ellos eran gente honesta, frente a la lamentable casta que hasta entonces había gobernado en exclusiva. Su superioridad moral era incontestable. En menos de un año, tales diferencias parecen haberse esfumado.

Y la última consideración, pero no por ello menos relevante, hace referencia a algo innato en las colectividades fuertemente ideologizadas. Tienen en tan alta estima las bondades de sus recetas que cualquier mínima desviación, cuando no ya traición, obliga a una purga que separe el trigo de la cizaña y que en ejemplos históricos anteriores tiñó de sangre las utopías, convirtiéndolas, una vez más, en terribles distopías.

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