lunes, 20 de febrero de 2017

Febrero negro

El mes aún en curso se ha convertido en uno de los peores para la violencia de género con once personas que han perdido la vida. Tales cifras corroboran que nos encontramos ante uno de los principales problemas que afronta nuestra sociedad. Los llamamientos a investir el problema como una cuestión de Estado deben ser escuchados, con el objetivo de implicar todos los recursos necesarios para combatir eficazmente esta lacra, que hunde sus raíces, sin duda, en aspectos culturales atávicos que anidan en nuestras mentes contemporáneas, fruto de un patriarcado no felizmente superado.

Pero también conviene replantear algunas de las actuaciones llevadas a cabo en los últimos años. Ahí, cabría precisar el daño que puede hacer el llamado por los expertos "efecto llamada", consistente en que la proliferación de noticias conlleva un estímulo para potenciales agresores que ven así como su actuación puede adquirir la visibilidad ansiada. El contagio, pues, existe, debido a la condición gregaria del ser humano, cuestión que hoy en día repele aceptar, debido al éxito infundado del ideal de Progreso.

Y eso solo puede ser combatido con la educación, dentro de los parámetros que la Ilustración planteó hace ya dos siglos y medio. Primero, a corto plazo, con unos contenidos informativos diferentes a los actuales y más centrados en el mal irreparable que produce la violencia de género. Y segundo, a mucho más largo plazo, con una instrucción pública -en el sentido que decimonónicamente se dio a esa palabra- en la que los colegios e institutos sean claves, pero también con una educación privada que en cada casa incida en la igualdad de sexos. En este sentido, no está de más recordar que la sociedad actual ha abdicado de muchos aspectos relevantes, entre ellos de la educación de sus hijos. Algo inobjetable, salvo en honrosos casos particulares.

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