lunes, 5 de junio de 2017

Yamma el Fna

Todo aquel que conozca la famosa plaza de Marraquech, con su abigarrada multitud y variopintas propuestas, debería rendir un momento de tributo a la desaparición de Juan Goytisolo, uno de sus más celebres transeúntes.

Juan Goytisolo ha sido el último gran heterodoxo español, capaz de mantener con su patria una disputa permanente, hasta el punto de preferir morir en su ciudad de adopción que en la Barcelona que le vio nacer y que en la guerra civil le arrebató, siendo niño, a su madre en un cruel bombardeo.

Heredero de una disposición que tuvo a Blanco-White entre sus mentores, su crítica a España y en concreto a esa España nacional-católica en la que vivió hasta su exilio en París, nunca le abandonó intelectual ni personalmente. Fue de aquellos heterodoxos, que Menéndez Pelayo retrató en su famoso libro y él devoró leyéndolo, convencidos de que había otra posible España: más abierta, más instruida y más reflexiva. Por ello, fue un cimarrón rebelde, dispuesto a airear su tenaz resistencia. 

Hizo de su vida la metáfora de la peor traición existente a ojos de sus enemigos. Por eso, se consideró siempre un redivivo Don Julián, aquel que abrió la puerta de España a los musulmanes, capaz de quitar las anteojeras de la visión sórdida y provinciana de la España franquista. ¡Anatema! Frente al Santiago Matamoros, se erigió en un feliz renegado, un elche al que solo le faltó la conversión religiosa, que no cultural, desde su amado Marraquech. Ni siquiera en estos duros tiempos de islamofobia, cuando los descerebrados reiteran sus orgias sanguinarias, dejó de alzar su voz para comprender al diferente, siempre en contra de los discursos monolíticos.   

Tú lector, si alguna vez has paseado por Yammm el Fna, dedica unos minutos a reflexionar sobre el ilustre y polémico hombre que nos ha dejado. No será estéril, porque siempre será más enriquecedor la existencia de diversas Españas y no una monolítica y excluyente.

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